Esta es una nueva edición de acopios cotidianos: pequeños fragmentos seleccionados de mi diario personal. Lo que anda dando vueltas por mi mente, como un bosquejo desprolijo de mi realidad. Pueden leer la edición anterior acá.
Recibí este fin de año con un alivio nunca antes experimentado. Capaz es la abstinencia digital que me tiene desconectada de “la realidad” o tal vez es la naturaleza amable de la rutina que llevo actualmente pero me atrevo a decir que es más una sensación de consuelo: ver pasar el tiempo se siente como un bálsamo en esta piel quebrada por el duelo.
Octubre fue un mes radical para mi, fueron momentos de profundo despojo y desapego. De lo material, de lo afectivo, de lo espiritual, de todo lo que en algún momento considere mío. Debo decir que en los momentos en que me sentí alucinando del cansancio, demolida por la angustia o sobrepasada por las circunstancias, la escritura se volvió un refugio confiable. Por eso encuentro estos escritos tan valiosos, son como registros del camino recorrido y recién ahora puedo sentirme lo suficientemente distanciada de esas sensaciones como para dejarlas salir.
Llegar al final de este año se siente como largar un suspiro contenido hace eternidades y creo que publicar estos acopios es parte de ese proceso de afloje. El tiempo de lectura es de 10 minutos e hice esta playlist para acompañar, una selección de canciones que me consolaron en momentos difíciles. Considero que tanto esta playlist como la de “Lloro como un galgo”, que salió con los acopios de julio, son el soundtrack definitivo de mi corazón roto. Lo comparto por si alguien lo necesita, la música siempre es una gran compañía en este tipo de procesos.
01 de octubre, 2024 — Martes
Wow. No entiendo nada. La vida se sienten como cachetazos. La piel roja de tanto roce con la emoción. La remera secando la lagrima. El abrazo consuelo.
¿Dónde encuentro consuelo? En la naturaleza, en mis amigos, en series, en películas, en libros. En el yoga, en caminar un rato muy largo. A veces en llamadas telefónicas. En el mimo de un perro. Definitivamente no de redes sociales o seis horas de scrolleo en TikTok.
¿Qué queda del otro lado de este nuevo filtro tan fino? Paso mi vida por un colador y las cosas muertas quedan colgando. Un guante exfoliando la espalda de la verdad.
02 de octubre, 2024 — Miércoles
Me sobrepasa la realidad por momentos. Hablé un rato con mi mamá. Escuché ambient. Me entrego al proceso que por momentos me atraviesa entera, a carne viva. Dejo claras mis intenciones. Dejo clara mis decisiones. Dejo clara mi aceptación.
06 de octubre, 2024 — Domingo
A media cuadra ya veo la luz naranja del tercer piso. El calor de hogar que emanaba hace unas semanas ahora se siente ficticio. Abro la puerta y siento el olor a nosotros, ese aroma único que tiene cada casa, esa fragancia tan familiar. Los perros me reciben moviendo la cola, se estiran en un gesto de amor y pienso en vos.
Improvisamos planes de contingencia, buscamos refugios en amigos y nos damos ánimo a distancia, mientras navegamos con paciencia la disolución de una vida juntos.
La casa es un montón de paredes con cosas colgadas. Hace un par de domingos se congelo en el tiempo y ahora los objetos acumulan polvo mientras decidimos que hacer. Un museo de lo que fue.
No la abandono, por lo menos por ahora. Sigo lavando los platos, los pisos, la ropa. Le dedico el amor que no te puedo dar. Paseo a los perros, les hablo para decirles cuanto los quiero, les pregunto si tienen ganas de comer zanahoria. Damos vueltas por el barrio, siempre por el mismo camino. Forest hasta La Pampa, bajamos por Washington hasta Juramento y seguimos hasta la iglesia blanca, la de San Patricio.
La primera vez que vi esa iglesia estaba paseando con Toia. Nosotros recién nos habíamos mudado y yo no me sabia las calles así que caminamos sin rumbo, en silencio porque la belleza del barrio nos tenia sobreestimuladas. Eventualmente terminamos paradas en la vereda de enfrente, hipnotizadas por una imagen que parecía salida de un cuadro: la torre blanca hermosa, erguida y orgullosa de su perfección, las puertas de la parroquia, enormes, trabajadas en una madera bellísima, abiertas de par en par, dejando ver el interior con sus filas de asientos perfectos y los vitrales de colores con un nivel de detalle casi psicodélico. Afuera los escalones de mármol estaban repletos de personas elegantemente adornadas, gritando de emoción y festivamente tirando arroz a una pareja de recién casados, tan hermosos que parecían muñecos de torta. Un auto antiguo color champagne los esperaba a unos metros, pulido tan brillante que parecía irradiar su propia luz. Paso todos los días por esa iglesia, me permito contemplarla un rato. A media cuadra hay un árbol con un cartel que dice “unidas en la aventura”, siempre pienso en Toia cuando lo veo.
Ya no se hacen edificaciones cuya finalidad sea la conexión con el cielo, con dios, ¿a donde vamos a conectar con lo inmaterial?
? de octubre, 2024 — ?
Duelar es amar lo que ya no existe.
? de octubre, 2024 — ?
Creo que me estoy sobre explicando, creo que me estoy poniendo demasiado a disposición, creo que le estoy dando mi energía a gente que no me interesa.
Siento que me roban a energía, la poca que me queda. Vampiros de energía.
Hace mucho no escribo. No estuve con espacio mental para nada que no sea procesar este momento de mi vida, cuantos cambios. Abrazos, crecimiento, decisiones. Proceso en silencio, caminando, leyendo. Duermo bastante y estoy intentando comer sano, hoy cené tres papas a horno, un pepino y babaganush, mi nueva obsesión. Cada tanto caigo en la trampa del delivery. Estoy un poco deshidratada y contracturada. Mientras camino me enfoco en mi postura y mi respiración.
Siento que Buenos Aires me drena la energía, así de hippie como suena. Siento que al estar mas rodeada de personas, estas en constante contacto con la miseria ajena, obligado a ser testigo en todas las formas en que la vida es injusta. El consumo en Buenos Aires es uno de las atracciones más grandes y yo estoy medio fastidiada de consumir. Quiero espacio y silencio. Quiero un vaso de agua.
No quiero pedirle consejos a inteligencia artificial.
19 de octubre, 2024 — Viernes, creo
El zumbido de la ciudad, un tarareo interminable, lo contrario al silencio. Todo suena hasta cuando no lo escuchas, maquinas a las que no podes escapar. El cese del ruido. El silencio absoluto, el alivio auditivo después de apagar un motor ruidoso. Persigo esa sensación.
Propongo una caminata en silencio. Dos perros, dos humanos. Me sensibilizo a los sonidos habituales de esta rutina compartida: la puerta, el ruido de llaves, el abrir y cerrar del el ascensor, los roces de cuatro seres en una jaula de metal que desciende despacio, el intercambio de miradas en el espejo que dura un intervalo de tres pisos, la puerta de madera, la segunda puerta de madera, la reja, los perros ladrando ansiosos porque vieron un gato, mujeres que se despiden a los gritos en la puerta de un auto y a lo lejos unos parlantes con música genérica. La luna llena, enorme, blanca y muda.
Me es obvio, ahora, que esto no podía continuar. En un mes disolvimos casi todo, nos quedan las ultimas migajas desordenadas de la vida en conjunto, algunas cajas armadas, paredes a medio pintar. La vida nos pasa por encima pero igual encontramos espacio para la felicidad, el cuidado, el confort. ¿Cómo se navegan aguas tan picadas? Con entrega.
Me guardo en estos momentos de paz, en estas habitaciones tenuemente iluminadas, en estas maderas, en mi falso cuadro de Goya. Lo guardo para un futuro, para un recibimiento.
¿Quiero volver a La Plata? Parte de mi siente que dejé mi familia ahí, una armada de amistades profundas, tiempo compartido, planes divertidos. Extraño vivir en una ciudad caminable.
? de octubre, 2024 — ?
Me despido del barrio. Belgrano R. La bicisenda de Superí es la más fachera, pasa gente en bicicletas elegantes, con los mejores estilos, especialmente en hora pico. Siempre me gustó ese recorrido que se arma en Echeverría, lo hice una vez en una bici alquilada y es una buena forma de llegar al Barrio Chino, medio peligrosa a veces, los autos se ponen intensos. Mientras escribo escuchó el rebote de una canción urbana genérica. Todos los fines de semana se hacen fiestas o previas en el club. El club de deportes, nunca me aprendí el nombre oficial pero lo apodan “el marrón” lo que siempre encontré ridículamente gracioso. Es ruidoso y elitista. Al lado de la entrada al club esta el edificio más ridículo de la cuadra, un complejo de ¿duplexes? que tienen unas piscinas de vidrio en el segundo piso, expuestas al frente más feo del mundo, una monstruosidad de concreto y madera mal utilizada con plantas tropicales colocadas a lo Sims. Una construcción sin alma hecha para presumir riqueza en todas las maneras incorrectas.
Acá profundicé bastante en mi conocimiento sobre arquitectura, es lindo poder estar en contacto con esos caserones bellísimos, esas mansiones antiguas que parecen dioramas. Mi parte favorita definitivamente fueron las flores y los árboles. Los jardines están muy pensados y cuidados por ende se pueden ver especies de preciosas variedades, algunas que solo florecen un par de días al año. Sobre Melian están los arboles más antiguos de la ciudad y en verano hacen una sombra hermosa.
21 de octubre, 2024 — Lunes
Último lunes en esta vida. Me desperté, puse a lavar ropa, me hice huevos revueltos y un té de hierbas digestivas con miél y limón. Mientras puse papa y zanahoria al vapor. Miré Julie & Julia. Me lavé la cara, me cepillé los dientes, me puse protector. Vacié todos los cajones. Me gusta esta actividad de reducir la vida al mínimo. Tendí la ropa y salí a pasear con los perros.
Hogar es cualquier lado donde la perra esta durmiendo a mis pies mientras escribo. Usando mi escritorio hasta el último segundo antes de tener que desarmarlo.
Hay demasiadas cosas para hacer, me siento infinitamente encadenada a este departamento y sus necesidades. A mis objetos.
22 de octubre, 2024 — Martes
Hablé con mi mamá por teléfono y me revolvió los sentimientos, estoy llorando todo lo que no venia llorando. Como arcilla cruda, que se seca y endurece pero cede ante el agua, se suaviza, se desploma.
Vomito palabras todas las mañanas para mantenerme al día con mi propia cabeza. La importancia del escritorio. La importancia del cuarto propio.
¿Me llevó mis almohadas? Tengo que guardar el molinillo de café, ¿o lo vendo? La heladera la intercambié por una cámara de video carísima. Reduje todas mis pertenencias a seis cajas, me siento orgullosa.
24 de octubre, 2024 — Jueves
Pasión sin precisión es caos.
Los días pasan. Rápido. Armando cajas, embalando cosas para mi, para otras personas, separando, organizando, vendiendo, donando, intentando respirar, intentando comer relativamente sano, intentando salir a caminar, intentando contactarme con la gente que amo. Abrumada por lo menos. Profundamente cansada pero sobre todo hay una capa de alivio, se pone el cuerpo porque se cree en lo que se esta haciendo. Yo creo en mi futuro, creo en el crecimiento que va a venir de atravesar estos desafíos. El despoje me fue muy necesario, la sensación de estar más liviana, de dejar ir, de darle otra oportunidad, otra vida a las cosas.
Una pareja muy tierna me compró la cajonera mid century de nueve cajones, la que fue mi droga de entrada al mundo de Marketplace. La compré para mi primer estudio, una habitación muy rara donde viví solo 6 meses. Después estuvo en la entrada de la casa que tuvimos en el Mondongo, sobre 66, enfrente de la plaza donde los domingos se armaban comparsas. Esa casa vino pintada de un verde precioso y la cajonera quedaba particularmente hermosa abajo de la ventana, era lo primero que veías al entrar a la casa. Yo la veía desde la cama cuando quedaba la puerta de la habitación abierta, pasé mucho tiempo de mi vida observándola, en las noches de calor intenso donde el ventilador de techo generaba más ruido que frescura y no se podía ni dormir. Me alegra saber que ahora es de ellos y va a ser parte de su cotidianidad, van a llenar esos cajones de otras cosas, sus cosas. Otra pareja vino a buscar un silloncito que tenia el tapizado roto, lo intercambié por cajas para la mudanza y realmente me salvó la vida, me sacó el peso mental y físico de tener que salir a buscarlas en un momento de mucho caos. Unos chicos se llevaron el set de balcón que yo disfruté particularmente en esta casa, me encantaba sentarme a tomar mate y mirar gente. Voy a extrañar a mis amigas las cotorras, ver como se metían en su nido, como se llamaban entre ellas.
Todo tiene un halo de alivio. De repente dejamos de resistirnos, dejamos de sostener algo que se estaba poniendo pesado, aburrido. Ahora soltamos el control y como en una bicicleta bajando una pendiente todo se mueve rápido. Cerramos los ojos entregados al proceso, confiando que las heridas serán profundas pero no mortales.
25 de octubre, 2024 — Viernes
Cerramos las últimas cajas, desarmamos los últimos muebles. Nos festejamos por llegar vivos al final de este proceso tan intenso, nos abrazamos, nos permitimos una ultima cena. Una pizza y un panchito, un vaso de Coca Cola helado y un pote de Franui. El cansancio no nos deja resto para mucho más. Dormimos la última noche en esta vida compartida. El fin de una era.
26 de octubre, 2024 — Sábado
A las ocho de la mañana tocan el timbre. Dos chicos muy simpáticos suben mi parte de la casa a un camión gigante que queda cómicamente vacío una vez que terminan de cargar todas mis cosas. Veo como se alejan al mismo tiempo que llegas con los perros, medialunas y una flor que robaste a un jardín vecino. Me cebas mates mientas pinto las últimas paredes, llenamos vacíos con música significativa, cada tanto cantando las letras a los gritos. Los perros lo intuyen todo y aprovechan sus últimos momentos juntos echados en el sillón.
Eventualmente llega el fin, el desenlace de esta despedida estirada en el tiempo, la conclusión de nuestra vida juntos.
Te doy mi copia de las llaves y nos entrelazamos en el abrazo mas dulce de la historia. En un susurro nos damos las gracias e intercambiamos palabras de aliento. Te dejo el hombro de la remera empapado. Cargo el auto con mi planta y mi perra. Me preguntas si estoy bien mientras cierro la puerta y te asiento con la cabeza sin poder mirarte a la cara. Me falta comandarle un “arrancá” a la conductora para darle el drama necesario a la escena pero sé que si abro la boca voy a llorar. Me sostengo en silencio por la hora que dura el viaje, mirando el paisaje que tan memorizado tengo y finalmente me desarmo en los brazos de mi mamá que me recibe del otro lado.
Debo admitir que publico esto con cierta impaciencia, casi con la misma urgencia con la que desmembré mi vida y la vendí por partes, queriendo sacarme todo de encima, cuanto antes. Fue lo que fue y lo honro con profunda gratitud por todo lo que me enseñó pero necesito dejarlo ir.
Te mando un abrazo mi amigo digital, te deseo un suspiro liberado que te deje el cuerpo blando y la mente tranquila. Nos leemos pronto.
Recién hoy, cuando acabas de mandar una última edicion, me animo a leer este del 8/12. Sin saber de que trataba no me animé a abrirlo antes, siguiendote por redes hace años vi como vendiste todo y luego como desapareciste, sin decir nada, pero yo algo sentía -se ve-.
En este año me separé de mi pareja de lhace 7 años, inesperadamente, dolorosamente, habiendonos mudado a una casa hermosa y más grande recien el 30/12/2023, la cual me encontré desmantelando en estos ultimos meses y -como vos- vendiendo cosas muy preciadas mias, porque ya no podian venir conmigo, porque ya no entrabamos en mi nuevo hogar.
Hace unos días vengo mal, las fiestas no me gustan y pasarlas sin ella despues de tantos años me estruja la panza pero hoy decidi abrir el mail, y me encontré con tu compartida, con tus textos desde adentro, con tu sinceridad, con lo que se sintio por momento como un reflejo.
Gracias por compartir, gracias por escribir. Te abrazo a al distancia, te presto mi hombro para llorar, y nos digo que todo va a estar bien.
lloré.
gracias